Thursday, July 5, 2007

UNO, SI TIENE SUERTE O CONVICCIÓN, NO TERMINA DE GOLPEARSE NUNCA

Tuesday, April 05, 2005

Ya empezó a suceder. Camino por la ciudad, cruzo una calle y, en el momento, mientras cruzo, reconozco a alguien. En ese instante, en la brevedad inconclusa de ese instante, el reconocido me pregunta por ella. Dice, en silencio: ¿Cómo le va a la Vampira?

Ya está. Ya empezó a suceder. La Verídica está tomando pedazos cada vez más grandes de mi propia vida.


Abril 3, 2005
Ciberespacio

A veces, cuando todo termina, me tiendo sobre el piso de la azotea y observo el cielo. A veces ese cielo me gusta. La mayoría del tiempo, sin embargo, prefiero el cielo electrónico. Estar no bajo, sino frente a. Un cielo vertical. Un igual.

(Y así, como bien lo sabe ya, no iba a empezar estar carta).

El cielo electrónico congrega a seres que han olvidado hablar. El Pornógrafo se toca el sexo mientras observa, en una inmovilidad de artificio o de ruina, los cuerpos desnudos de mujeres, hombres, niños. La Enamorada manda mensajes deseperados, llorosos, llenos de mocos y suspiros, a una pantalla que se encuentra en Amsterdan, frente a la cual El Enamorado se inyecta, eso dice, heroína. Un Oficinista Recatado de camisa blanca y pantalón de camisir revisa memorándums como si en eso se le fuera la vida. En eso, estoy segura, se le va la vida. Una Pareja de Ebrios Felices, a ellos no los había visto nunca aquí, se sientan frente a una pantalla y pasan horas componiendo un mensaje--dicen: el sustantivo, la coma, el espacio, ésa cacofonía, el ritmo, el silencio, el tiempo verbal, la idea, ésa idea, la idea que se acaba de ir--que, a final de cuentas, no mandan a ningún lado. Yo. Yo que, como usted sabe, camino bajo jacarandas mientras deslizo la lengua de una comisura a otra de la boca con una discreción que me ha tomado años aprender y, luego, después de todos esos años, que me ha tomado aún más años domesticar.

¿Cómo se cuenta una vida, Cristina, cuando uno está frente al cielo eléctronico? Lo pregunto y luego me recrimino el no haberlo preguntado antes. Al inicio. Era tan fácil después de todo, preguntarlo. Preguntar eso.

Los primeros 75 años: voracidad, prisa, ráfaga de viento, anti-identidad, el lugar móvil, el lugar que no sabe estarse quieto, hambre, mucha, hambre satisfecha, una cosa y la otra y luego la que sigue, next, un correr, un correrse, un no acabar de llegar.

Los siguientes 16 años: la dieta de palomas y gatos callejeros y perros atropellados, el silencio, los libros, el dejar de hablar, los anteojos, la torre de marfil, la suspensión, la duda atroz, la incredulidad, un laberinto.

Los siguientes 32 años: una recapitulación, el saber estar, el balbuceo, cierto humor, la discreción y la domesticación de la discreción, el vestido de seda, el cuaderno abierto, la tinta marrón, el teclado, el cielo.


TODO VUELVE AL CIELO ELECTRÓNICO ¿SE DA CUENTA?


Y eso no es una vida, estará de acuerdo conmigo, espero, querida Cristina. La vida, si está, si es, de existir, tendría que moverse en el espacio que se abre entre el número 75 y el el número 76, entre el número 91 y el 92, entre el día anterior a mi primera carta y el día posterior a mi primer carta. En el salto. En la manera de caer, ese vértigo. En la cabeza estrellada sobre el piso--azul, de ensueño, cuarteado--de la alberca. La tentación. La tentación cedida. Uno se golpea, ¿verdad, Cristina? Uno, si tiene suerte o convicción, no termina de golpearse nunca. Uno se saca el aire y se queda tendido, a veces, junto al cielo electrónico, dándose por muerto. Dándose. Un Muerto.

Quiero contar la historia de mi vida, le dije en mi primera carta. Mi versión (y utilicé el término nada más para agradarla, se lo dije, para no incomodarla con la palabra Verdad, con su contenido, con su amenaza, con su reto). Pero sólo quiero eso, Cristina, lo repito: quiero lo que está enmedio. Lo que queda bajo mis pies cuando salto, justo antes de que la cabeza se abra en pedazos al volver a caer. El momento absurdo y veraz del cuerpo suspendido, justo antes de la creencia o del miedo. Antes, usted lo denominaría así, estoy segura, antes de la normalización. Quiero el tajo, cuando el tajo se abre, cuando el tajo se vuelve tajo. Quiero la fuerza del golpe cuando abre y la la fuerza de la apertura cuando tiembla. Nada más, Cristina, nada menos.

Ahí está. Eso es lo que quiero. Nunca había estado tan segura de algo en toda mi vida--y mi vida, como lo puede ver, es algo largo, algo innecesariamente largo, Cristina.

Estoy segura de que usted me ayudará.


--crg

# posted by crg @ 7:55 AM

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