Thursday, July 5, 2007

EL DIA (ES UN DECIR) EN QUE ME VOLVI INMORTAL

Saturday, March 26, 2005

Andaba de viaje y, por supuesto, no abrí mi correspondencia electrónica. Ahora, ya de regreso, sufriendo una de esas gripas horrísonas con que las vacaciones se despiden de manera definitiva de uno, no puedo no prestarle atención a la carta que la Verídica Mujer Vampiro me ha enviado. Digo esto (no puedo no prestarle atención) porque, inocente como suelo serlo, todavía espero que, aunque ya no lo menciona en esta carta, su promesa de hacerme llegar la inencontrable Santo contra las mujeres vampiro sea cierta. Pero también lo digo (con las dos negaciones del caso) porque sus cartas, dos hasta la fecha, me intrigan, me irritan, me hacen reír, me dejan cariacontecida.

Marzo 23, 2005
Ciberespacio

Querida Cristina:
Las calles están más solas que de costumbre aunque estén más llenas. Quiero decir que no andan por aquí los habituales, a los que reconozco nada más de verles su sombra, sino que estos días santos y pesarosos están llenos de extraños. Desde un punto de vista (el mío, por supuesto) esto es bastante conveniente, puesto que uno se cansa de alimentarse de seres los que casi se conoce--una costumbre que podría caer, si se llevara a un extremo, en lo promiscuo. Desde otro punto de vista (cualesquiera que no sea el mío), esto no le importa a nadie.

No sé por qué siempre tengo que empezar contándole cosas que no tengo la intención de contar. Yo quería empezar diciéndole, de una vez por todas, sin pausa ni misterio, que no recuerdo nada de mi infancia. Quería empezar así, firmemente, con decisión, "No recuerdo nada de mi infancia y, por eso, supongo que no la tuve". Quería, por supuesto, contradecir a todos esos escritores que creen que la infancia es el territorio por excelencia de la literatura, escribiendo un relato literario que, olímpicamente, se saltara tal etapa de la vida.

Todo eso pensaba y quería hacer, Cristina, pero ya no lo hice.

Aunque es verdad, o mi versión de la verdad para no alterarla: No recuerdo nada de mi infancia y, por eso, asumo que no la tuve. Es más: aseguro que no importa.

Mi vida empieza el día (esto es un decir, por supuesto, ya que nunca he visto, más que en fotografías, un día) en que me volví inmortal.

Alguien colocó sus labios sobre mi cuello y, acto seguido, empezó a succionar mi sangre. Alguien me atravesó el corazón con un objeto punzocortante y me dejó sobre las baldosas, creyendo que estaba muerta. Alguien no supo, no pudo saberlo, la manera trabajosa, determinada, magistral, en que extraje el objeto punzocortante, y la manera absoluta, sin vuelta atrás, en que decidí seguir viviendo.

Ahí está. Eso es todo lo que quería decirle al inicio. Una escena de sangre--el corazón latiendo, la respiración entrecortada, los labios, el cuello--dentro de la cual se lleva a cabo una decisión racional.

Antes de eso no hubo nada. Y, después de eso, de esa escena de sangre que lleva dentro, como preñada del hijo equivocado, una escena minimal, se inicia esta vida larga, esta vida sin salida, esta vida en la inmortalidad. Si hubiera muerto, me habría convertido en una víctima más. Una mujer buena. Alguien más allá del bien o del mal. Pero no lo hice. Ya todo eso no ocurrió. Sin embargo, aún ahora, no sé si no soy la víctima de esa muerte. La que no pasó.

Tampoco sé si me arrepiento. No sé, si, dado el caso, lo volvería a hacer. No sé nada en realidad. Sólo sé que en ese momento, sin infancia de por medio, inicia la historia de mi vida. La historia que quiero contarle. La historia para la que le pido su más detallada y concentrada atención.

Esto es todo por hoy, Cristina. Se ha hecho tarde (aunque usted, esoty segura, diría que se hace temprano) y los extraños merodean. Mh.

Queda de usted esta noche inusitadamente corta, la Verídica.


--crg

# posted by crg @ 2:47 PM

No comments: